Esta última semana hemos estado trabajando en la ciudad de Marvalar, capital de Reino Bosque. Muchos han sido los que me han pedido que adelantemos algo de la ciudad, y con más razón ahora habida cuenta de la inminente salida de la aventura de Lo que el ojo no ve. Huelga decir que en el escenario, habrá mucha más información que la aquí consignada, mucha más, incluyendo una descripción de sus barrios principales, tabernas, posadas, establecimientos y organización, incluyendo la estructura de la guardia local que mantiene el orden y la ley. Ya saben lo importante y capital que es Marvalar en el escenario de campaña. Aquí tienen una pequeña pincelada de la ciudad:

Marvalar es la capital del reino, corte de la reina Vigdis II y sede de la Dieta de las Marcas, órgano consultivo y legislativo supeditado a la autoridad del Trono de Roble. La ciudad dispone de un importante puerto militar y mercantil. En el mismo centro de la urbe se levanta la Ciudadela Alba, despuntando por encima de sus murallas dos torres majestuosas llamadas por los valares Calavera y Olmo, emplazadas a levante y poniente respectivamente. En la parte septentrional de la ciudadela se encuentra el Alcázar de la Calavera, morada del primer Duque de Marvalar, fundador del Reino, hoy palacio fortaleza sede de la casa real. Al sur, extramuros de la ciudadela, se puede contemplar en todo su esplendor el edificio de la Dieta de las Marcas, con sus frontispicio columnado impresionante, rematado por un frontón triangular adornado con esculturas representando personajes, dioses y lugares propios de la tradición mítica del reino. En verdad, Marvalar es una urbe fabulosa, rebosante de vida que se desparrama siguiendo el caótico diseño radial de las avenidas, calles, bocacalles, callejuelas, callejones y pasajes. Doquiera uno mire, mil torres, templetes y alminares de inspiración visirtaní se yerguen enhiestos como alfileres en un acerico, de los que cuelgan estandartes, gallardetes y banderas arrebatadas a los enemigos del Reino, desde las dunas de Visirtán hasta el Liafdag, más allá de los páramos.

Marvalar bulle con el sórdido barullo de sus arrabales y muelles, donde los marinos de la armada real pelean, juegan, beben y fornican en garitos y tabernas de mala muerte. Mientras, en los engalanados bulevares de los barrios acomodados, los soldados del Ejército del Este, comandados por centuriones de brillantes armaduras doradas que vociferan y gesticulan vivamente para disciplinar a la tropa, golpean al marchar el suelo empedrado con sus botas, emitiendo un seco sonido acompasado.

Marvalar es el centro del mundo…

Por cierto, ahora que hablamos de Marvalar, me gustaría mencionar el relato que nuestro amigo Eduardo García publicó hace unos días en su estupendo blog, y que está ubicado precisamente en la ciudad. No se lo pierdan, pues merece la pena.

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