Sí, lo sé, comienzo demasiadas frases diciendo «cuando era más joven», pero resulta que cuando era más joven, mucho más joven, era un idealista del mundo gominola, y no creía que la películas que muchos otros chavales disfrutaban, y que mostraban un despreciable mundo de violencia, debieran ni siquiera existir. Cuando somos jóvenes tenemos muchos pájaros en la cabeza, y no todo el mundo los deja volar a medida que llega la madurez.
Había muchas películas que personalmente esperaba que la civilización, en un giro hacia la luz eterna, olvidase para siempre. Entre otras las de John Carpenter: los Halloween, La Cosa, y cualquiera de esas que te dejan mal cuerpo. Menos Starman; así de cursi era de joven. Mi afán por crear un mundo mejor no me permitía ver más allá, ver lo que era realmente arte, hermoso incluso en su crueldad, o simplemente una reflexión intelectual realizada de forma diferente y a veces duramente necesaria. Mi necesidad de mejorar el universo no me permitía ni pensar.
Ya estoy mucho mejor, gracias.
Mientras defendía ideas tan peregrinas os podéis imaginar que mucha gente me tomaba por el pito del sereno, logicamente, pero lo que más me sorprendió cuando alcancé la suficiente madurez intelectual como ponderar todo objetivamente, fue el comprobar que en realidad había mucha gente como yo, que siguen manteniendo aquellas ideas retrógradas. Y lo que es peor, que mucha de esa gente en realidad lo hace porque sustenta creencias que de verdad dan miedo, y de una forma tan fundamentalista, que son totalmente excluyentes como, de hecho, yo mismo lo fuí en su momento.
No, qué digo; mucho, mucho peor.
Los hay realmente recalcitrantes, desesperados por que se les escuche, haciendo auténticas burradas en su mediocridad, como la Iglesia Baptista de Westboro. Y los hay que no necesitan llegar a medidas tan extremas porque la sociedad les respalda acorde a lo que es «políticamente correcto», dando verdades absolutas por sentado, sin analizar, sin entender. Aquellos que en un país quieren matar al artista que ha dibujado de forma jocosa a Mahoma, y en otro quieren inhabilitar a quien ha dibujado a una pelirroja con un bikini de malla.
En el mundo del rol también existen, y asoman su fea cabeza de vez en cuando. Este mismo verano hemos vivido dos virulentas polémicas en los foros de, como no, ese hogar del buen gusto a lo Carmen Lomana que es rpg.net, que si estuviese afincada en nuestro país se llamaría «rolerosdebien.es». La primera, una caza de brujas para intentar boicotear las ventas de Mongoose Publishing por publicar en su día la obra de James Desborough, creador de Macho Women with Guns, juego cláramente paródico a menos que tengas una mente enfermiza, por realizar una defensa de la violación como elemento de las tramas argumentales frente a esta ola de censura global, defensa matizable, si bien no cuestionable, ya que Desborough hace un análisis racional y lógico, y en ningún caso una desequilibrada apología de nada. La segunda ha sido otra extraña serie de acusaciones sobre el racismo implícito en el diseño de Golarion, y por ende de todo el rol fantástico, implicando una maldad tras la obra y todos los autores desde Tolkien hasta el último fan de D&D, cómo no. Porque toda esta mierda gafapastil se fue urdiendo en los 90, a partir de la odiosa publicidad encubierta del Vampiro y otros juegos «más adultos que el infantil D&D», instando a todos los roleros a abandonar un tipo de juego infantil, violento, sexista, irreal… por juegos de terror «adulto» que claro, no eran infantiles, violentos, sexistas ni irreales. Y que instauraron una especie de racionalismo maduro, una pose como otra cualquiera buscando que la gente de fuera del hobby les tomase en serio, o vete tú a saber que otra fantasía masturbatoria de gente con complejo de inferioridad. Pero el daño al rol estaba hecho, y lo arrastramos hasta hoy día con polémicas como que el «old school» no es rol… claro, rol es el método Stanislaski de los serios jugadores de Vampiro y otros juegos adultos.
Y ahora, estos días, han aparecido para crear otra polémica en La Marca del Este. Del mismo corte.
Ahora resulta que en La Marca del Este son unos sexistas. Por decir Chainmail Bikiny Party. Logicamente sin segunda intención.
¿Pero que coño nos está pasando?
Mirad, adalides de la justicia, que como no, en este país ni siquiera dais la cara en un foro y os dedicáis a atacar por detrás, en la oscuridad: os voy a dejar las cosas bien claras, para que os cueste más de la cuenta retorcerlas, como hacéis con todo.
Estamos hartos de este mundo occidental moderno, hipócrita y doblepensador, que por un lado siempre es políticamente correcto, y por otro hace lo contrario, lo que le conviene, y aplica un pensamiento único. Estamos hartos de no poder expresarnos como queremos, no vaya a ser que alguien se ofenda y ponga triste, pobrecito. Vale, vale, o pobrecita. Estamos hartos de que no se pueda ejercer la libertad de expresión porque enseguida alguien lo malinterpreta, ya sea por algun grado de oligofrenia o por una patológica necesidad de atención. Si no entendéis algo, volved a intentarlo, o daros por vencidos. Pero no suprimáis la libertad de expresión, porque eso es lo que quiere el poder, y os convertiréis en sus perros guardianes, sin querer. O queriendo; vosotros sabréis.
Acabar la libertad de expresión, «normalizarla» para que todos vivamos juntos sin ofendernos poniendo cara de idiotas de felices que somos, es el camino de la exclavitud. Suprimir lo que no nos gusta porque si, es molesto y feo, es lo que ocurre en la novle a de Bradbury Farennheit 451, donde los bomberos del futuro se dedican a quemar libros porque nos cuentan historias que nos hacen llorar, y la vida es felicidad, ¿no?
Pues no, veréis, la vida es felicidad, es tristeza, es bien y es mal, y no por ocultar este último lo vamos a hacer desaparecer, no, es exáctamente el revés. Para luchar contra el mal hay que saber reconocerlo, y para eso hay que enseñárselo a la gente. Esa actitud censuradora nacida de una bondadosa necesidad de proteger es muy peligrosa, pues al final nos llevará incluso a borrar de los libros de Historia a Hitler y a Franco, para
que nadie se sienta ofendido y asustado por hechos terribles, y se vayan a traumatizar. Y una vez los hayamos borrados, ya nadie se acordará de que tales cosas ocurrem y las repitan. Es más: si las borramos estaremos realizando un acto de represión, y ya las estaremos repitiendo.

Esta sociedad en su afán de ser de buen gusto, ha llegado a un enfermizo grado de censura como la edulcoración de los cuentos clásicos -la cosa viene de lejos-, de forma que para ser políticamente correctos y nada desagradables, a Caperucita ya no se la come el lobo, no sea que se nos traumaticen los niños, pobrecitos. Y de paso no aprenden una importante lección vital.

Hay que ser muy retorcido para ver en La Marca del Este ningún afán sexista, machista, violento, o cualquiera que sea la reivindicación «progre» del día. Es solo un juego, por favor, UN JUEGO. Con una tradición de décadas que incluye orcos y bikinis de malla. UN JUEGO. FICCIÓN. NO REALIDAD. POR PERSONAS QUE ENTIENDEN PERFECTAMENTE LA DIFERENCIA. ¿ACASO NO LA ENTENDÉIS VOSOTROS, PALADINES DE LA JUSTICIA?

Por favor, los chicos de La Marca del Este, la gente más educada de este país que se puede encontrar en un hobby de cafres, y por lo visto, cafras.

Lo peor es que intentando hacer lo correcto se acaban llevando a cabo muchas acciones nefastas. Solo hay que ver como tenemos el mundo ahora mismo: lo normal en un país es votar a unos representantes para llevar a cabo unas ciertas políticas como «males menores», que reiteradamente nos están reduciendo como ciudadanos. Porque quien sucumbe a lo políticamente correcto acaba por no cuestionar nada y favorecer el pensamiento único, y de ahí a ayudar al status quo, hay medio paso.
Volviendo al simil de los vampiros, nuestro arte es cada vez más y más agradable, en consonancia con el mismo espíritu cultural que sustenta ante todo lo políticamente correcto, y en lo referente a los seres de la noche, les ha convertido en románticos seres con un corazoncito que también se ofende. Ellos no son malos, que va, ahora yas hasta se pueden curar casándose, o no-se-qué. De una obra maestra como Drácula hemos pasado a Crepúsculo, obra con la que todas la niñas a las que hemos protegidos de esos violadores de los bikinis de malla, pueden soñar con su príncipe azul vampiro que las hará felices.
Ya, ya lo sé; me diréis ahora, adalides de la justicia, que también acusáis Crepúsculo de sexista. Pero es lo que pasa con lo políticamente correcto. Suele estar envenenado. Y esta es la manzana que habéis plantado. Porque además se os ha olvidado que la Meyer es mormona: es el tipo de gente que se atrae cuando se es muy correcto. Los que os van a decir lo que queréis oir, y luego haran lo que les interese. Pardillos…
Creásteis vampiros con sentimientos y buen gusto, y seguro que políticamente correctos al hablar, y os devinieron en monstruos sexistas.
No os habría pasado si escucháseis de
vez en cuando a alguien que no es políticamente correcto, como John
Carpenter. Yo hace mucho que lo hago. Escuchad, escuchad…
Posdata: Curiosamente el último Patente de Corso de Perez Reverte trata de este tema; cuenta una anécdota real sobre una asociación de padres de un colegio que discute sobre si sus hijos disfrazados de piratas deben portar armas o no. La cosa delira hasta que alguien llega a decir, literalmente «Dejemos de aplicar clichés maniqueos y asociar la figura del pirata con la violencia». Podéis encontrar el texto aquí.
Y esta es la irrealidad en la que vivimos.
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