Siempre acabo por retornar, mi vida es un eterno retorno. Había quien decía que nuestra existencia no es otra cosa que un continuo retornar a casa, hasta que morimos. Y es bien cierto, al menos en mi caso. Lo he intentado, por activa, por pasiva, y aún no lo he conseguido. Algo dentro de mí se resiste y termino por perder el interés. Desearía poder pilotar mi veloz carguero corelliano hasta Tatooine, comandar un crucero Dictator en el Segmentum Tempestus… pero no. Mis manuales de Traveller, en sus diferentes iteraciones, versiones y demás, me miran desesperados, mientras el polvo se acumula sobre sus páginas. Y así con docenas de juegos en nuestra colección. Hasta el gran Cthulhu permanece abotargado, en el interior de los manuales, esperando un lejano día que los astros se alineen para despertar en nuestra mesa de juego. Pero no, volvemos siempre a la mazmorra de aquel primer día, volvemos a la ciudad perdida de los cinidiceos. No podemos hacer más por evitarlo, por retrasarlo. Es así y debemos admitirlo.
Algo igual me sucede con la literatura de fantasía. Me gusta Martin, disfruto con sus tramas y crudeza, me encanta el mundo que ha urdido con su portentoso genio, es tan rico y variado, tan lleno de detalles, nombres y lugares que asombra. Pero ay, en esos días grises, ventosos y fríos, cuando uno se recoge en la serenidad del hogar, para perderse en los parajes imaginados de la fantasía, en letras escritas de evocación fabulosa, ¡ay!, entonces, señores, uno siempre vuelve a…. la Tierra Media.
Y leyendo al Profesor se le despiertan a uno las ganas de explorar otras tierras.
Y el camino sigue y sigue…
Joder… tengo que suscribir gran parte de lo dicho, Pedro. En mi caso, aunque no soy mazmorrero, sí que pese a ir picando aquí y allá, tarde o temprano, vuelve a sentir la llamada de la espada, y vuelve a la vieja y buena fantasía.
Y has descrito perfectamente mi sentimiento con la literatura fantástica. Me encanta Juego de Tronos, y disfruto de la densa saga de Malaz, y de muchas otras novelas. Pero la sensación de maravilla, ese cosquilleo familiar, sólo se produce cuando uno vuelve a introducirse en la magia de Rivendel, las oscuras galerías de Moria, o ante el descomunal Monte del Destino.
Ains… que buen post!
Es que la nostalgia es, sin duda, un poderoso elemento. Uno no puede evitar pensar a menudo que cualquier tiempo pasado, y las cosas que pertenecen a este, fue mejor.
Yo me prometo todos los años pasar por esas tierras ásperas, por ese bosque de ucornos… y hay veces que puedo, pero muchas otras no. Martin me encanta, Moormock me seduce, Tad Williams tiene poder, pero el Profesor es quien realmente manda.
La historia de siempre… desde Ítaca a Hobbiton.
Cuanta emociòn revuelta despierta en mí el post… efectivamente, una y otra vez vuelvo a la Tierra Media, viajando por las Tierras Brunas, o visitando al Viejo Tom Bombadil, cantando a orillas del Tornasauce… gracias por el post, pues me has alegrado mucho la tarde, y me has recordado algo súper importante que siempre trato de transmitirle a mi hija…
Nada que hacer, el Profesor es "el" Profesor…