Estas últimas semanas he vuelto al rey, a Stephen King. Y digo vuelto, porque hace ya sus años era un ávido lector de la obra de este buen hombre, narrador extraordinario, fecundo e industrioso, habida cuenta de sus más de 60 libros publicados hasta la fecha, sin contar otras producciones anexas, como guiones y demás. En plena adolescencia, devoraba sus novelas, y atesoro grandes recuerdos, de lo mucho que disfrutaba de sus aterradores relatos, soberbios y entretenidos de mil demonios.
De sobra es conocido el autor, por ello huelgan más comentarios, salvo incidir en lo popular de sus historias, que han pasado a formar parte de la cultura popular, más que nada porque la inmensa mayoría de sus libros, con mayor o menor fortuna, han sido trasladados a otros formatos, especialmente cine y televisión. Recordarán magníficas películas adaptadas desde sus relatos por insignes cineastas, como Kubrick en El Resplandor o La Milla Verde, entre otras muchas. También han sido muchas las historias convertidas en mini series de televisión, como El Misterio de Salem Lot… o The Stand (Apocalipsis), probablemente su obra más conseguida, junto a It.
Bueno, si me permiten, llegados a este punto, me centraré en la obra que me interesa para el caso, El Misterio de Salem Lot. A partir de aquí, habrá algunos spoilers, así que aquel que no haya visto la serie de TV o leído el libro original, que ande con ojo bajo su propia responsabilidad.
Esta obra, si me permiten la reducción simplista, viene a ser la historia típica de vampiros con un toque de modernidad (bueno… tan moderno como los años 70, década en la que se desarrolla la trama). Como decía King en su día, Salem Lot es el Dracula de Stoker adaptado a nuestros tiempos, con sus giros y peculiaridades, y con el estilo característico del maestro de Maine. Los vampiros en ‘Lot (en la miniserie de los 80) son la encarnación pura del mal, terribles y crueles hasta la náusea, de aspecto terrorífico, alejados de la estúpida visión contemporánea del mito, que los recrea poco menos que como apolíneos y lozanos muchachos cargados de sex appeal. Además, los vampiros poseen una afinidad explícita con el Maligno luciferino, lo que contrapone a estas criaturas con el Dios cristiano, estableciendo un nuevo campo de batalla en la atávica lucha eterna entre el Mal y el Bien, las fuerzas de la oscuridad y la luz… y que mejor lugar como telón de fondo de esta guerra que un pueblo perdido en Maine de nombre Jerusalem Lot, o más conocido como Salem Lot. Este enfrentamiento preternatural y religioso, también se ha diluido en las últimas representaciones vampíricas, perdiendo entremedias parte de la original identidad del mito, y su fuerza. La estulticia de los revisionistas no tiene límites.
Seguimos. Una cosa realmente memorable de este libro son los retratos de los personajes, lo bien definidos e interesantes que quedan expuestos. No ya sólo los personajes, principales o secundarios, sino el mismo pueblo en sí, que se nos describe con interés, en especial la infame casa de los Marsten, epicentro lúgubre y siniestro de esta historia. Podría decirse que King crea en ‘Lot un efervescente sandbox terrorífico, donde se abaten fuerzas poderosas oscuras y unos pocos valientes, encabezados por un improbable héroe, Ben, luchan por prevalecer. Sí, el mismo Bean Mears o Jake Epping, ejemplifican los protagonistas típicos de King, normalmente escritores o por el estilo, de vida tranquila y cotidianeidad mundana que se ven sometidos, de repente, a toda suerte de calamidades y desventuras, la mayor de las veces tintadas con elementos sobrenaturales o fantásticos.
Y todos estos elementos, y otros muchos que me dejo en el tintero para no abusar de su atención, configuran una historia sensacional, pavorosa y entretenida verdaderamente notable. Tal es así que incluso, como tal, podría adaptarse y convertirse en una excelente campaña de juego para, por ejemplo, La Llamada de Cthulhu. Eso sí, sin Primigenios, sólo nuestros personajes luchando contra los vampiros en el pequeño pueblo. Usando las descripciones de King, podríamos muy fácilmente recrear un mapa de Jerusalem Lot; también confeccionar una lista de los personajes secundarios, los habitantes del pueblo. Lógicamente, tendríamos que variar la trama, porque a estas alturas ya mucha gente sabrá o habrá leído el libro, pero esto no sería cosa complicada. También podrían incluirse espectros, como el de Hubert Marsten que el pequeño Ben viera siendo niño. En fin, las posibilidades son infinitas y darían para una campaña memorable, porque tiene todos los elementos clave que una historia así debe incluir: pueblo pequeño y lúgubre, personajes ricos y detallados, vampiros, fantasmas, tres cementerios, héroes improbables y una casa mansión tétrica como pocas que domina, tal cual ídolo demoníaco al estilo de Shirley Jackson, Jerusalem Lot. ¿Qué les parece?, ¿alguien se anima a escribirlo?

Ah, las fotos que ven en esta entrada son una mezcla de fotogramas aparecidos en las series de TV basadas en la novela, la de 1979 y la más reciente de 2004.

Que pasen ustedes una feliz noche… y no abran la ventana a nadie, y menos si flota y les mira con tez cetrina.
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