Desde que
iniciamos el camino para crear Aventuras en La Marca del Este: el juego de tablero
hace ya más de un año, incluso antes, cuando sólo era una idea colosal y
distante que nos rondaba la cabeza, teníamos muy claro que empeñaríamos todo nuestro esfuerzo en hacerlo realidad. Y desde el principio supimos que un juego
como el que imaginábamos sólo podría ser posible si contábamos con los mejores a nuestro lado.
Ahora ya podemos decir que dicha condición es una realidad. Hemos mostrado
algunas de las maravillosas ilustraciones de A.J. Manzanedo, uno de los grandes
ilustradores de fantasía del momento, reconocido dentro y fuera de nuestras
fronteras y que nos ha acompañado desde nuestra querida caja roja. Será él
quien ilumine con una nueva luz los lugares, héroes y terribles villanos que podremos encontrar en el juego. También os hemos enseñado el fantástico logo que ha creado David Lanza, que más que un logo es una declaración de
intenciones, una verdadera señal de advertencia, pues aúna la crudeza, el
realismo, el peligro y el espíritu de aventura que impregna el juego. Él se encargará de velar por el aspecto gráfico, de hacer
que podamos disfrutar del mismo con el simple hecho de sostener unos dados o
unas cartas en la mano. Creánme si les digo que su labor está siendo capital en el diseño global de los elementos y complementos, tan importante ellos, que conforman el juego de tablero.
Pero
aún nos restaba por desvelar quiénes serían los encargados de “lo tangible”. Los
escultores que nos permitirán agarrar no una simple figurita de plástico o
resina, sino al personaje mismo que la representa. No crean que hay muchos que
sean capaces de alcanzar ese grado de representación simbólica. Por fortuna nuestro
juego cuenta desde hace meses con dos de ellos, a los que se pueden unir en el
futuro otros y a los que sin duda puede que muchos de ustedes ya conozcan: son Pedro
Fernández Ramos y Joaquín Palacios. Hablar del trabajo de estos dos maestros,
dos de los mejores escultores de miniaturas hoy en activo, es hablar de belleza,
técnica y dinamismo. Es hablar –y no exagero en absoluto- de pequeñas obras de
arte. Pueden imaginar, por tanto, que no fue difícil ponernos de acuerdo en la
elección. De un lado buscábamos escultura tradicional, de la que nace directamente de la
lanceta y las manos del escultor. No es que reneguemos de la escultura en 3D pues hay artistas fantásticos en ese campo, pero aún creemos que un
personaje bien esculpido, a la manera tradicional, es capaz de transmitir
sensaciones que no consigue la escultura digital. Es difícil de explicar. Y en segundo
lugar, queríamos escultores capaces de reproducir de la forma más fiel posible
el estilo realista, tan orgánico de las ilustraciones de Manzanedo. El
resultado –tendrán que volver a confiar en mí- es de una calidad asombrosa. La que
sin duda merecen todos los seguidores de La Marca de Este que han visto crecer
a sus personajes en el papel desde hace años a través de nuestro juego de rol y que por fin ahora encontrarán su materialización más carnal.
Como
han comentado Pedro y Cristóbal en varias ocasiones, no tenemos prisa. El camino
que queda por recorrer aún es largo y muchos los aspectos aún a considerar.
Sólo cuando tengamos las aventuras más narrativas, las reglas más depuradas y
testeadas, el arte más impresionante, la mejor producción posible, sólo –como decíamos
al comienzo- cuando tengamos el convencimiento de que el juego es el mejor que
hayamos sido capaces de crear, entonces y sólo entonces se lo entregaremos. Les dejamos, hasta entonces, en buena compañía. Al fin y al cabo, cuando nos dirigimos en busca de aventuras, uno no puede evitar sentirse algo más seguro si un enano y un mago te guardan las espaldas.
Enano esculpido por Joaquín Palacios para «Aventuras en la Marca del Este: el juego de tablero»

Mago esculpido por Pedro Fernández para Aventuras en la Marca del Este: el juego de tablero»
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