Gracias a las múltiples posibilidades de financiación y
difusión que ofrecen diversas plataformas, cualquier creador puede hacer llegar
su obra al gran público con los medios adecuados. Sólo se requiere una cosa:
ponerse a crear.
Con esta entrada quiero iniciar una serie de posts
relacionados con el proceso de creación de un juego, concretamente el cómo se
hizo
de la caja negra, desde la redacción del texto, corrección, playtesting,
ilustraciones, maquetación… y todo lo que conlleva la producción de un juego de
rol o, como en este caso, un suplemento para un juego ya consolidado. Datos que
iremos desgranando a lo largo de entradas posteriores y cuyo ejemplo espero
sirva a quienes se estén planteando lanzarse a la aventura de difundir su
propio trabajo y no saben por dónde empezar.
Y empezar, lo que se dice empezar, se empieza por sentarse
delante de un folio en blanco y volcar en él todas nuestras ideas. Es así de
sencillo. No hay más truco.
Pero claro, para eso uno primero tiene que tener las cosas
claras, saber lo que quiere contar y cómo lo debe contar. No es lo mismo
redactar un reglamento de juego, que una aventura o un relato. Cada producto
tiene su propio lenguaje y quien aspire a la publicación debe conocerlo. Para
ello, hay un paso de obligado cumplimiento:
La documentación. Probablemente sea esta la parte más
importante de todo el proceso previo a la creación, pues será en el ejemplo de
los que nos precedieron donde encontraremos los parámetros que habremos de
seguir en nuestro propio trabajo. Y no me refiero a copiar su formato tal cual ya
está cimentado. En absoluto. Debemos ser originales en todo momento y seguir
nuestro propio criterio. Pero sí es fundamental ver el trabajo de otros,
aprender de ellos, coger lo que nos gusta y desechar lo que nos resulte superfluo
o carente de interés. Sólo así conseguiremos que nuestra obra adquiera vida
propia y, a la vez, siga los cauces establecidos (que suelen ser los que mejor
funcionan), depurando los posibles fallos de suplementos anteriores.
Así, por ejemplo, la Caja Negra sigue un estándar para
describir las localizaciones obtenido de X suplemento, otro estándar para las
ayudas de juego (extraído de cierto módulo clásico que creí oportuno rescatar),
un modelo para describir a los enemigos… en fin, con la
documentación de trabajos anteriores se consigue adaptar aquella forma de proceder
que creemos oportuna para nuestro propio trabajo.
¿Y qué conseguimos con esto? Pues obtener las bases sobre
las que se sustentará nuestra obra. Un esqueleto que servirá de andamiaje
cuando nos dispongamos a rellenar texto con el que construir nuestro propio universo.
Bien, ya sabemos lo que queremos contar, y cómo se debe
contar. ¿Qué sigue a continuación? Pues comenzar a escribir. Pero antes de darle
forma definitiva, otra pequeña ayuda que nos servirá de guía:
El borrador. Consiste en redactar una lista, aunque sea somera,
de la línea de acción que seguirá nuestro texto. Desde cómo se inicia a cómo
debe terminar (si es que conocemos este particular). La caja negra se edificó
siguiendo una pequeña cronología de acontecimientos de no más de un folio. Algo
así como:
1 – Los personajes forman parte de la armada
republicana de Salmanasar.
2 – Embarcan camino de la guerra.
3 – Encuentros con barcos enemigos (reglas de
combate en masa)
4 – En mitad de la refriega…
Y así hasta llegar al final.
Y cuando tengamos todos estos elementos será llegado, ahora sí, el
momento de comenzar a escribir sirviéndonos de las ayudas que nos ha
proporcionado tanto la documentación, como el borrador y nuestra propia
experiencia.
Puedes escribir a mano o con ordenador, con bolígrafo azul o
con una fuente Arial 15, incluso puedes hacerlo en servilletas como JK Rowling.
El caso es escribir y rellenar folio tras folio hasta completar nuestro
trabajo. Puede ser una tarea de una semana o llevarte años. Eso dependerá, por
supuesto, del tiempo que le dediques y de lo que quieras contar.
Al final obtendrás algo como esto.
Para una obra tan extensa como la caja negra se empleó algo
más de un año, y para redactar el texto se utilizó el OpenOffice. Como consejo a
este respecto, siempre es conveniente abrir dos documentos diferentes: uno para
el texto principal y otro para el borrador, ideas y notas varias (poner trampa
aquí, cambiar esto por aquello, incluir tal bicho…) que luego se van borrando a
medida que se implementan en el texto principal, o creando según se nos van
ocurriendo. Así, el documento “madre” siempre queda limpio y depurado, sin notas
ni tachones que entorpezcan el trabajo de creación o que podemos saltarnos por
no verlas entre tanta línea redactada.
En otra entrada hablaré sobre el paso siguiente: las
correcciones.
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